Este día raro cuan los haya, me estoy reformando ¿me volveré una estudiosa compulsiva como mucha gente de mi clase? ¿me volveré antisocial y envidiaré a los que tienen vida aparte de la Universidad? Ni idea, espero que no. El caso es que hoy me he llevado un mazazo gordo que me va a costar mucho asimilar. Se supone que llevo cuatro años preparándome intensivamente para la arqueología, que valgo para ello (si no valiera, hace mucho que hubiera tirado la toalla, esto se sabe si te gusta en cuanto pasas todo un verano a pico y pala de manera gratuita para los demás) Y bien, resultado del examen de arqueología: un 2. O sea, la nota más baja de toda la historia de mis notas (a saber, notable de media en el San Vicente, siete sobresalientes en el último año del instituto y demás) Me quejo. He de hacerlo. Vale que Elías nos avisó de que iba a caer el foro, vale que cayó el foro, vale que pudiera no haber sido tan difícil en el caso de haberme pasado dos meses chapando. Pero no lo hice. Para mí la arqueología no es estudiarse de memoria una guía turística con todos los edificios del foro, para mí y para el resto de la humanidad no es eso, afortunadamente... La arqueología se lleva en la sangre, creo yo. Pero lo que me jode de todo esto, es que yo, tendré un expediente con un manchón en la asignatura a la cual quiero dedicar mi vida. Todo por un estúpido profesor que da lo que le sale de las narices para mayor gloria de aquellos que piensan que cuando excavas te encuentras el foro romano y que la tierra es asquerosa y los muertos "¡ajkt! ¡qué asco me dan!" Es cojonudo. Pero yo no soy de las que pierden la cabeza por haber suspendido un examen, la verdad. Ahí están San Junio y San Septiembre a quienes se encomiendan los mediocres estudiantes como yo y otros no tan mediocres que, para mi sorpresa, también han suspendido (con más puntos que yo, pero suspensos al fin y al cabo) No hay que preocuparse, la preocupación vale de poco, aunque he de admitir que me pasé toda la mañana temblando y con el pulso nada firme, acongojada y acojonada, a punto de llorar por haber suspendido precisamente esa, mi asignatura más preciada, mi profesión Dios mediante. No me veo capacitada para sacar un 8 con Avelino por muy buen profesor que sea, por muy peloteable que sea, por muchos trabajos que le haga, me veo en septiembre estudiando de nuevo el puñetero foro que ya ha conseguido que odie... San Avelino, líbranos del mal. Amén. Por otro lado, mi versión más sentimental está aflorando hoy en mí. Nada más llegar a casa me puse a Enya sabiendo que cualquier melodía suya me produce lágrimas y lo que es peor, después de Enya, a David Arkenstone (gracias Saifont, no te olvidaré aunque hablemos poco, ese Cailleach's whisper aún me hace llorar) Me encontré a una señora bien vestida en la estación de tren que se me acercó llorando a pedirme limosna y yo le respondí el típico "lo siento, no llevo nada encima" sabiendo que era mentira. Más adelante me fijé en ella y me dio pena, ¿qué le habría pasado? ¿por qué alguien así pediría limosna llorando a la puerta del tren? No lo sé, pero me ha hecho sentirme mal... Otra vez. ------------------------------------------------------------------------------------------------ Te echo de menos. Lo sabes, te lo he dicho. No sé si tu sentimiento será igual que el mío, espero que sí. Recuerdo diariamente las risas entre papeles semiescritos mientras escuchábamos el monótono refluir del latín vulgar, las monótonas lápidas y las piedras derruídas de los antepasados. Te echo de menos como nunca he echado a nadie, amiga. Después de tus palabras me he hecho más culta porque la lectura afluye en mí para intentar suplir tu ausencia, pero no me llenan del todo. En los caminos de hierro se hace presente más que nunca tu conversación pasada. Ningún libro puede sustituir tu voz. Te echo de menos porque nadie comprende nuestras bromas, porque el mundo no es lo mismo sin ti, porque ya no me interesa la arqueología, ni América, ni el pasado de los hombres, ni los contratos de compraventa medievales, al menos no tanto como me podían gustar antes, como podía disfrutar de una tortura si tú estabas a mi lado. Te echo de menos porque creo que ya no habrá empresa de arqueología, porque los cursos serán aburridos sin ti, porque nuestros caminos quizás se hayan separado para siempre. Tú, oradora profesional. Yo, suspendedora, echadora de menos y añoradora amateur, siempre amateur sin tu confianza. Te echo de menos. Te echaré de menos., siempre, tuya Natalia. Mía, mi amiga, Arantxa. |
