Algún día contaré abiertamente las trampillas de mi intimidad, relajaré mis palabras hasta descubrirme inocente, correteando por montes de papel, cuan Heidi adoratriz del viejo barbudo gañán y cascarrabias. Algún día oraré a San Judas Tadeo que me acosa constantemente y dejaré perseguir un sueño imposible o no tanto, pero no programado para mí. Dejaré probablemente los movimientos ondulantes en los largos pasillos del conocimiento, dejaré de titubear escondiéndome en una razón que no me acompaña ni lo hará jamás. Sé que el sol de Bizancio causará mi ocaso, me envolverá y todo dejará de ser el mundo de duda y penumbras mentales que me acosa. "De como arruinar tu vida profesional en un minuto" dejará de ser mi libro de cabecera y ya no lloraré la desgracia de los proyectores para admirar por un minuto más tu calavera, la calota blanca ennegrecida por el fuego de la antorcha unida por los estrechos lazos del contacto. Algún día dejaré de desear que llegue el martes ¿o era el miércoles, jueves o viernes? mi conciencia dirá basta de locura, basta de petulancia, apaga a Labordeta y a Börte y concéntrate en tu vida miserable. Y yo le haré caso, rendida por el cansancio diario del rechazo o por la misma ignorancia de su impenetrable pretil. Odiaré las saeteras que se abren en la antes infranqueable muralla de mi ser, odiaré la naturalidad del dios y curaré la herida arrancando de cuajo y sin tormento el amargo trozo de madera pútrida que me acompaña. Algún día Idanha dejará de ser hermosa y el sonido de la guerra ya no me producirá pavor. Algún día dejaré de mirarte y el camino que me precede será el único destino interesante que ante mí se abra. Algún día podré ser normal. Algún día seré tuya, arqueología...
|