Llevo mucho tiempo viajando en tren. Tanto como años tengo, tanto porque mi familia desde siempre ha sido ferroviaria (al menos hasta donde mis abuelos recuerdan) y tanto porque le tengo un cariño especial a este medio de transporte, es seguro y cómodo, pero, sobre todo, entrañable. Pero ayer se colmó el vaso. Después de una mañana horrible en la que me quedé cegarata de un ojo y tuve que comenzar un periplo por el Hospital Central de Oviedo, una tarde en la que la costura fue mi ocupación básica... Después de todo esto, me dispongo a coger mi querido "Estrella Pío Baroja", también conocido como Cacharronte, de camino a Logroño. Oh, sí, llegamos pronto a la estación (cosa rara en mí, por cierto) y, cuál sería mi horror cuando, al llegar a mi vagón, el 311, asiento 42x descubro aterrorizada que se trata del "vagón malo" (como dirían mis hermanos pequeños) Pues bien, aparte de las 8 horas que emplea el tren en llegar a Logroño, que son bastante llevaderas en preferente por lo menos, debo expresar aquí mi queja por el estado y la comodidad del "vagón malo". No sé qué edad tendrá ese vagón, pero no es última moda que digamos, aunque, teniendo en cuenta que el tren tampoco es muy moderno pero está en perfectas condiciones y tiene unas clases muy apañaditas, no debo quejarme. Lo cierto es que he tenido suerte la mayor parte del tiempo. Llevo más de dos años haciendo uso de esta línea nocturna (más que nada porque a Logroño sólo va este tren, el expreso de por la noche) y tan sólo dos veces me tocó viajar en el vagón malo. Pero es que es el colmo. Se trata de un "vagón de preferente" en el que el espacio entre asientos es inferior al que te puedas encontrar en un autobús, las sillas no están estables en el suelo sino que se mueven de un lado a otro además de chirriar en todo momento, no poder reclinarse más que dando golpes con el culo (y la inclinación que alcanzan debe ser de medio centímetro) Aparte, si sacas la mesa para comer, no puedes sentarte, porque las piernas no te caben. Bien, en estas condiciones, yo, que me había levantado a las 7 (después de acostarme a las 3 de la noche, todo hay que decirlo) y no había dormido siesta, tenía bastante sueño, así que, después de decirle amablemente al interventor que me diera una litera y obtener la siguiente respuesta "juajuajua, las literas no las doy yo, es que hay que llamar a no sé quién, ya te avisaré cuando me parezca", la opción por la que opté, fue "acomodarme" en el suelo. Sí, en el suelo del tren, con su moqueta toda sucia (las cortinillas para apoyar la cabeza de los asientos, estaban sudadas, llenas de pelos, etc) Desde Oviedo hasta Sahagún fui durmiendo en el suelo ¿os podéis creer que nadie me dijo nada acerca de literas o de otros compartimentos cómo había solicitado? Pues bien, los interventores se dedicaron a soltar risitas al pasar por delante mío mientras la gente se quejaba, claro está, porque todo el mundo me oyó claramente solicitar una litera. Pues así fue todo el viaje, amén de la bronca que me echó un tipo vestido de RENFE que no dijo ser interventor, pero no aclaró bien su misión (que sería la de echar broncas a la gente, por lo que veo) y que me riñó por darle la vuelta a un asiento. Increíble. Otros pasajeros que iban a Barcelona dijeron que pondrían quejas, yo creo que es lo adecuado. Ya está bien que RENFE se ría de nosotros cada vez que nos pone este vagón indecente, que se cae a cachos y cuya comodidad aun costando lo mismo que el Preferente normal (osea, 60 euros a Logroño ida y vuelta) deja mucho que desear en cuanto a la clase turista del tren más ínfimo del mundo. Ojalá, como dijo un interventor del Talgo que viajaba con nosotros, cambien pronto este vagón por uno decente y acorde con el precio, porque si no, no quieran que la gente use transportes como el tren... Que conste que seguiré amando el tren, seguiré amando el EPB, y seguiré viajando siempre en el tren... Lo que no me gusta es que se rían de mí. |