Hace nueve años, como nos recuerdan últimamente los periódicos, que fue secuestrado y asesinado el concejal del PP por Ermua, Miguel Ángel Blanco. Hace nueve años yo tenía trece, era una persona normal, acabando el colegio de las monjas, muy católica, creyente y con mucha fe. Hace nueve años, cuando toda España tenía la oreja roja de escuchar con ansia un transistor, de llorar, de pedir y de unirse como jamás se ha visto y se volverá a ver, hace nueve años, digo, yo me volví agnóstica.
Mi abuela me había inculcado una fe que movía montañas, que daba confianza y con una larga tradición familiar. Y yo la perdí. No por el hecho de hacerme mayor e investigar, eso vino después. A las 4.30 de la madrugada del 12 de julio, mientras la radio lloraba, yo me asomé a la ventana, miré al cielo y dije: "Hijo de puta". Nada más y nada menos. Luego lloré. Y entonces perdí la fe.
Fue un gran trauma en mi vida, tanto que me pasé mucho tiempo encerrada en mí misma pensando aleatoriamente en cosas filosóficas, en la injusticia del mundo y en tonterías varias. Tenía una foto de MAB en la pared y sólo la retiré años más tarde, cuando dejó de tener sentido.
En estos días se celebra el juicio contra los asesinos del concejal. Y su hermana es entrevistada en varios periódicos. No quiero hacer opinión de ello, pero no me queda más remedio. Las burradas que está vertiendo la AVT en estos días son de tal calibre que dan miedo hasta al más conservador. No me lo puedo creer, de algunas declaraciones se vislumbra que, antes de pactar o simplemente de hablar, es preferible que se repita lo de 1997. Es increíble...
Si esto sigue así, si se salen con la suya, habrá más niñas que pierdan la fe. Y, siento decirles que es demasiado terrible como para recordarlo...
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