... Llego hoy de 10 días de viaje por Santiago de Compostela y Madrid. Vuelvo con un abuelo menos (Sid tibi terra levis), un pez menos (Sid tibi aquae levis) y una planta carnívora agonizante amén de los bolsillos vacíos y la mente confusa.
Me consta que mi abuelo me adoraba. Por mi parte, no era recíproco, quizás por su afición al toqueteo o por sus ideas políticas demasiado conservadoras. Pero era mi abuelo. Y le quería. Murió mientras yo hacía un chiste en Ponferrada. No fui a su entierro pero espero que la vela que encendí en la catedral de Santiago, en la capilla de la resurrección le haga perdonármelo. Porque soy agnóstica.
Mi pez llevaba casi cinco años conmigo. Era un carpín rojo que murió de viejo o de intoxicación por un agua que se le quedaba pequeña. En un test escribí que era la persona con quien quería pasar el resto de la vida. Mi padre lo tiró a la basura ayer. Sigo siendo agnóstica.
Hecatonquirón, mi planta carnívora no ha salido bien de la hibernación. Le queda apenas un escaso y ralo color verde entre tanto amarillo y negro. Mi agnosticismo aumenta.
Adoro Madrid. Es la ciudad de la que nunca quise irme pero de la que siempre me voy angustiada. Esta vez ha sido extraño. La soledad me ha acuciado durante los cinco días que pasé allí. Aunque me consta que otros no se han sentido tan solos, lo cierto es que Telemadrid y su cháchara aguirrista no hacen tan buena compañía como para olvidar otros viajes. ¿Recompensa? Un póster de la manifestación antiparquímetros que decora mi armario. Me hago mayor. Me doy cuenta cuando esta mañana retiré la foto de Elijah Wood para colgar una crítica a Gallardón de la madera. Cuanto más vieja, menos crédula...
PD. Siempre quedará un Avelino roncando en una conferencia como broche dorado... Lo demás, es agua pasada. Mañana más y mejor (esperemos)
|