La pequeña Stradanie se admiraba de todas las imágenes que pasaban por la televisión y por el cine con ritmo vertiginoso. La pequeña quería estar ahí dentro, con esos trajes peripuestos y maravillosos, quería ser uno de ellos, quería poder cambiar de cara para ser lo que no era, para ser hermosa y admirada, para sobrevivir en el tiempo, para poder demostrar que no era tan miserable como le decían. La pequeña Stradanie creció entre películas de batallas espaciales, galaxias lejanas, muy lejanas, criaturas fantásticas, enanos salvaniños y princesas secuestradas por calvos pequeñajos bebedores compulsivos de vinos sicilianos. Creció entre la magia de las bambalinas lejanas interpretando por las noches, en su camita queriendo ser como ellos, queriendo actuar para los demás mientras en el colegio tenía los más ínfimos papeles... Sigue creciendo hoy en día, soñando con Dakota, aquello que pudo ser y no fue, mierda de falta de iniciativa, de dinero o demasiado apego a la tierra y la familia. Sigue soñando con ser lo que no va a ser mientras se pudre todos los días en una universidad pública estudiando algo que ama, pero no en primer término. Sigue caminando soñando con las nubes y estrellas de ese firmamento lejano e inalcanzable. Sigue pensando en un pequeño papelito, una cámara delante, unas palabras ajenas pero propias con sus lágrimas y todo, con sus frivolidades cinematográficas. Y mientras todos sus amigos trabajan por sus sueños, ella seguirá ilusionándose y pensando en el día que decidió no aceptar Dakota y quedarse estudiando a pocos kilómetros de su ciudad natal, el día que decidió ser vulgar y que tanto lamenta... |