Hay días que el optimismo nos invade, que las plantas sonríen y, aunque siga esa maldita Dionaea sin cazar un solo mosquito o aunque el melón se haya podrido en la nevera (con lo rico que estaba, mecagüendiez) esos días te invaden. Pero siempre terminan. De repente, la palabra que se cruza, como quien no quiere observar unos pechos voluptuosos pero lo hace, esa, te derrota, un flash eléctrico (que diría La Prohibida) cruza tu cara y te destruye, la vida gira en torno a vórtices insondables... Ayer tanto humor, hoy tanta preocupación... Y es una jodienda.
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