Os copio y pego el prólogo al primer volumen de "¡Jesús Bendito!", un cómic que narra cómo sería la vida de Jesús de haber vivido ahora. Merece la pena leer esto. Incluso mejor que la propia historieta... Ay, ahora que ya soy apóstata... ¡qué bien me siento!
¡Jesús, vuelve! (Que se han vuelto todos locos)
La presente obra tiene la intención de restaurar, ni más ni menos, que La Verdad en torno a la vida de nuestro amigo Jesús. Sería una lástima que esta atrevida y documentada tesis no fuera tomada en serio debido a su apariencia, digámoslo así, relajada, pues, en realidad, dicho relajo no hace sino ser fiel a las propias enseñanzas de Cristo. Pues sí, la verdad es que Jesús era un cachondo de aquí te espero. A raíz de un misterioso saqueo ideológico, una pandilla de desvergonzados dedicados a ver siempre la paja en el ojo ajeno, transformó su mensaje de alegría en una infausta religión basada en ceremonias pomposas y repleta de símbolos ñoños: transformaron, sin ir más lejos, su vino en vinagre. Jesús decía: "La vida debe de ser una fiesta. O por lo menos un picnic". Pero hete aquí que una horda de temibles hormigas negras invadió el mantel, se comió los bocatas de paté, echó a perder los huevos con mayonesa y mordió sin piedad las nalgas de aquellos excursionistas que, a esas alturas de la historia, ya se habían arrepentido de haberse ido de excursión. Así que lo recogieron todo y salieron pitando.
En realidad los beatos que declaran su fe incondicional en el Mesías no han entendido nada. En lugar de esas poses frente al reclinatorio propias de un dolor hemorroidal, lo que le habría gustado a Jesús es encontrar Su Casa tomada por la risa sana y descontrolada. Hay que sustituir la hostia por el chicle, lanzar bombas fétidas en los confesionarios y pirañas en las benditeras. En resumidas cuentas: menos curas y más payasos. El propio Jesús, si le hubiesen dado a elegir, habría preferido resucitar en el muñeco que, brincando en el extremo de un muelle, sale de una caja de cartón en medio de una fiesta.
¡Cuántas sangrientas y fraticidas guerras de religión habríamos podido evitar!
En efecto, ¿quién moriría solemnemente en nombre del cojín pedorreta o de la sal en el azucarero? ¿Se puede lanzar el ataque contra los infieles mientras oímos al perrito piloto? En resumidas cuentas, resulta difícil caer en la locura integrista con polvos pica-pica en los calzoncillos.
La eternidad es demasiado corta como para vivirla con tristeza. Tal es el auténtico mensaje de Cristo. Pásalo. |