... que escribo este post en frío porque no es cierto. Si Blogger no jugase de vez en cuando con nosotros, de todas maneras no habría evitado el post. Porque hace unos días (dos, de hecho) me acordé de él. Y a él va dedicado.
LUCHÍN, Víctor Jara
Naranjita, naranjita ¿por qué llora? Porque tengo que llorar. Anoche pasó mi novia y no me quiso saludar. Los pañuelos de mi novia no se lavan con jabón, se lavan con agüita.
Frágil como un volantín en los techos de Barrancas, jugaba el niño Luchín, con sus manitas moradas. Con la pelota de trapo, con el gato y con el perro el caballo lo miraba. En el agua de sus ojos se bañaba el verde claro, gateaba a su corta edad con el potito embarrado, con la pelota de trapo, con el gato y con el perro, el caballo lo miraba.
El caballo era otro juego en aquel pequeño espacio y al animal, parecía, le gustaba ese trabajo, con la pelota de trapo, con el gato y con el perro y con Luchito mojado.
Si hay niños como Luchín que comen tierra y gusanos, abramos todas las jaulas pa' que vuelen como pájaros, con la pelota de trapo, con el gato y con el perro y también con el caballo. de sangre 'e mi corazón. Es por gente como Víctor Jara por la que uno piensa, por la que uno vuelve a llorar tantos años después. Es por gente como Pinochet, por la que una se alegra de su muerte. Pues eso, que ojalá se pudra en el infierno, que ojalá exista tan sólo para que se pase ahí la eternidad. Todos, TODOS, son mortales, ¡que te jodan, asesino!
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